jueves, 16 de junio de 2011

110 Y 20 Aniversarios de Henri Lefebvre (Sexta Parte)


(16 de Junio de 1901, Hagetmau, Landas, Francia -
28 de Junio de 1991, Pau, Pirineos Atlánticos, Aquitania, Francia)
EL LEGADO MARXISTA
Y HUMANISTA DE
HENRI LEFEBVRE
Sexta Parte
Henri Lefebvre en Meillonnas, Rhône-Alpes, Francia. Agosto de 1964.
HENRI LEFEBVRE
PASATISMO, UTOPISMO, SOCIALISMO
La crisis del humanismo está justificada por las limitaciones de esta ideología. Dicha crisis se agrega a muchas otras que la ideología humanista ocultaba al perpetuarse. Sin embargo, tomemos nota de una comprobación: hasta ahora solo el humanismo liberal burgués supo asignarse un sentido, una pedagogía. No esta mal que nos desembaracemos de esa mezcla de filantropía y cultura, de citas (siempre las mismas) y de buenas intenciones. ¿Lo hacemos para suprimir el humanismo? No, sino para tratar de formular y proponer un humanismo revolucionario, dialectico, abierto hacia las relaciones (conflictivas) de lo posible y de lo real. La idea de este humanismo no es nueva. Por desgracia el humanismo "socialista" no ha logrado hasta ahora alcanzar un sentido universal y concreto, darse un contenido, mostrar una orientación práctica. De ahí proviene la crisis, mutación sin orientación. La eliminación del hu­manismo cultural, de origen liberal-burgués, permite combatir mejor el pasatismo y sus nostalgias. No queremos un humanismo antitecnicista sino un programa a largo plazo de inversiones de la técnica en la vida cotidiana, pero que sea un urbanismo revolucionario que movilice los recursos del arte, del conocimiento, de la técnica y de la imaginación.
¿El socialismo? También él es puesto en tela de juicio. Una sociedad en transformación no encuentra ya en los "modelos" socialistas que se le proponen razones y objetivos claros para cambiar.
La crisis del humanismo esta ligada a la del socialismo.
Resulta evidente, ahora, que la historia no tiene una finalidad que ilumine, con su idea, el conjunto —la marcha y el sentido de la marcha— y le suministre motivos para actuar y para soportar "sacrificios". Los "sacrificios" se realizan en otra parte y de otro modo.
Resulta bastante claro que la sociedad tal cual es no tiene una plena y entera racionalidad capaz de unir lo sin­gular (individual), lo particular (grupos, pueblos, naciones), lo general (lo mundial) y lo universal (el sentido de la historia, de la vida, de "lo humano"). En el seno de una racionalidad limitada, los términos de la razón se escinden y, perdiendo su unidad, pierden su sentido.(...) ¿Utopía? Naturalmente. Hemos esperado, en cada página, esta objeción y no hemos cesado de dar una respuesta a ella.
Desde el momento que hay movimiento hay utopía. ¿Cómo un movimiento real, social y político no propondría, en el camino que conduce a lo posible, sus representaciones de lo posible y lo imposible? La unidad y el conflicto dialectico entre posible e imposible forman parte del movimiento real. En la medida en que los "revolucionarios" condenen la utopía, habrán formulado y ratificado su propio estancamiento.
En verdad, hay actualmente dos formas o tipos de Utopías. Cuando uno imagina una ciudad cibernética, construida según los imperativos de la circulación, tenemos una utopía de derecha, una locura reaccionaria. Cuando uno imagina un salto inmediato de la vida cotidiana hacia la fiesta, es un mito de la revolución, una utopía de izquierda. Su sentido no es el mismo.
Nosotros tratamos aquí de renovar la imagen revolucionaria del futuro restituyendo a la utopía su realismo y su empuje, imaginando una estrategia de lo posible. (Continúia en archivo adjunto)
HENRI LEFEBVRE
LA PRESENCIA Y LA AUSENCIA:
Contribución a la teoría de las representaciones
(La Presence Et L’absence: Contribution à la théorie des représentations, 1980)

IV. LA OBRA
1. ¿A QUIÉN se dirigen este libro y estos últimos capítulos, que se proponen aún más firmemente que los primeros pasar entre la vana búsqueda de los orígenes y la de los fines, entre el positivismo y el nihilismo? El libro entero quisiera jugar un juego diferente de la filosofía: con una regla del juego conocida, con algo en juego determinado, con un juego que pase entre el errar y el permanecer...
¿Se dirige este libro a los filósofos? Tal vez, aunque se topará con más de una resistencia por parte de ellos, debido a que contiene la crítica de la filosofía y revela el fracaso de los filósofos. Los filósofos profesionales, que enseñan la filosofía y su historia, apegados a ella como a un oficio y una institución, rechazarán por principio este trabajo. Hay cada vez menos personas que comprenden el pensamiento teórico, que admiten la severidad y la serenidad de los conceptos, que no ceden a la retórica y no tratan de distraer a sus lectores. ¿Desaparecerá esta especie? No puede excluirse esta eventualidad, que pondrá fin al divorcio entre la teoría y lo empírico poniendo fin a la teoría.
¿El libro se dirige a los artistas? Sin duda, puesto que trata de revalorar la obra y muestra la concordancia, incluso la coincidencia entre obra y valor. Pero los artistas y el arte forman parte hoy en día de la industria cultural, producción especializada a gran escala con un amplio mercado. La gran mayoría de los artistas juegan con la ambigüedad: "obra-cosa-producto" y no tienen ningún interés en dilucidar las diferencias.
¿Se dirige acaso a los "intelectuales” en general? Pensarlo sería una vez más salir al encuentro de decepciones. Los "trabajadores intelectuales" están atrapados en la división del trabajo; a cualquier otra representación prefieren la que les ayuda en su trabajo —y la que les permite una ilusión: la libertad ficticia del espíritu. (Continúa en Archivo adjunto)
HENRI LEFEBRE
TIEMPOS EQUÍVOCOS
(Le temps des méprises, 1975)

III. El Partido
 (Primera Parte)
(...)—Pero el Partido es lo contrario de una periferia. ¿Cuán­do entró en él?
—En 1928, después de una larga reflexión paralela a la reflexión del grupo surrealista junto con mis amigos del grupo de filósofos. Estábamos de acuerdo con los poetas sobre el principio de adhesión al movimiento revoluciona­rio. Este movimiento no se producía entonces sino en el partido comunista; es cierto que a partir de 1925, fecha crucial para el análisis de los movimientos de la postgue­rra —primera guerra mundial— tuvimos algunas noticias de la U.R.S.S. respecto a Trotsky; pero eran muy vagas. Nadie que yo sepa en Occidente sabía exactamente en qué y sobre qué existían desacuerdos. En conjunto, noso­tros los filósofos acordamos con los poetas surrealistas adherirnos al Partido, sin prejuicio de las diferencias que nos distinguían de ellos.
En 1928 el movimiento comunista es todavía un mo­vimiento. Aún no se ha institucionalizado. El comunismo burocrático es todavía débil y sometido a todo género de contradicciones. El partido y el movimiento comunista en aquel momento, simboliza una cierta forma de vida y yo entro en él, viendo en Marx a un adversario del Socialis­mo de Estado, con la idea fundada en los textos de que la Revolución rusa no va hacia un socialismo de Estado, sino hacia la aplicación del principio de una democracia de base, es decir, los soviets.
Esta actitud puede parecer hoy ingenua pero sólo su evocación nos lleva al ambiente de aquella época.
(Continúa en Archivo adjunto)

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