Susan Sontag (Séptima Entrega)
SUSAN SONTAG
–Séptima Entrega –
Susan Sontag en 1966. Foto de Peter Hujar.
Con el poder de las palabras
Por Susan Sontag
–Discurso de Susan Sontag al recibir Premio Jerusalén–
Por Susan Sontag
–Discurso de Susan Sontag al recibir Premio Jerusalén–
(…) La incesante propaganda actual en favor del "individuo" me parece profundamente sospechosa, puesto que la "individualidad" misma se ha vuelto, cada vez más, sinónimo de egoísmo. Una sociedad capitalista obedece a intereses creados cuando elogia la "individualidad" y la "libertad", lo que podría significar, poco más o menos, el derecho a un perpetuo engrandecimiento del yo, y la libertad de ir de compras, adquirir, gastar, consumir, convertir una cosa en obsoleta.
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(…)Toda noción de literatura que se nos ocurra –la literatura como compromiso social, la literatura como búsqueda de intensidades espirituales privadas; la literatura nacional, la literatura mundial– es, o puede llegar a ser, una forma de complacencia espiritual, o de vanidad, o de autoalabanza. La literatura es un sistema –un sistema plural– de criterios, ambiciones, lealtades. Su función ética es, en parte, enseñar el valor de la diversidad.
(…)Vivimos en una cultura dedicada a unificar codicias, y entre las vastas y gloriosas multiplicidades de lenguas, aquella en la que hablo y escribo se ha convertido en la lengua dominante. El inglés está cumpliendo, en una escala mundial y para poblaciones mucho más vastas dentro de los diversos países del mundo, una función similar a la que cumplía el latín en la Europa medieval.
(…)Vivimos en una cultura dedicada a unificar codicias, y entre las vastas y gloriosas multiplicidades de lenguas, aquella en la que hablo y escribo se ha convertido en la lengua dominante. El inglés está cumpliendo, en una escala mundial y para poblaciones mucho más vastas dentro de los diversos países del mundo, una función similar a la que cumplía el latín en la Europa medieval.
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La misión principal de un escritor no es tener opiniones, sino decir la verdad... y negarse a ser cómplice de mentiras e informaciones inexactas. La literatura es la casa del matiz y de la oposición a las voces de la simplificación. La misión del escritor es contribuir a que sea más difícil creerles a los saqueadores intelectuales. La misión del escritor es mostrarnos el mundo tal como es, lleno de diferentes demandas, roles y experiencias. Es misión del escritor descubrir las realidades: las realidades inmundas y las realidades del éxtasis. La esencia de la sabiduría que proporciona la literatura (la pluralidad de la obra literaria) consiste en ayudarnos a comprender que, pase lo que pase, algo diferente siempre está ocurriendo. Estoy obsesionada por ese "algo diferente". Estoy obsesionada por el conflicto entre derechos y valores que aprecio. Por ejemplo, que –a veces– decir la verdad no promueve la justicia. Que –a veces– promover la justicia puede acarrear la supresión de buena parte de la verdad.
Muchos de los más notables escritores del siglo XX, en su actividad como voces públicas, fueron cómplices en el ocultamiento de la verdad, con el fin de promover lo que consideraban (lo que eran, en muchos casos) causas justas. Personalmente, si tengo que elegir entre la verdad y la justicia –por supuesto, no quiero elegir– elijo la verdad.
Muchos de los más notables escritores del siglo XX, en su actividad como voces públicas, fueron cómplices en el ocultamiento de la verdad, con el fin de promover lo que consideraban (lo que eran, en muchos casos) causas justas. Personalmente, si tengo que elegir entre la verdad y la justicia –por supuesto, no quiero elegir– elijo la verdad.
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Desde luego, creo en la acción justa. ¿Pero es el escritor el que actúa?
Hay tres cosas diferentes: hablar, lo que estoy haciendo ahora; escribir, lo que me da el derecho que tuviere a este premio incomparable, y ser, ser una persona que cree en una activa solidaridad con otras personas. Como observó una vez Roland Barthes: "...quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es".
Y por supuesto, tengo opiniones, opiniones políticas, algunas de ellas formadas sobre la base de lecturas, discusiones y reflexiones, pero no sobre la base de una experiencia directa. Permítanme compartir con ustedes dos opiniones mías, opiniones muy predecibles, a la luz de posiciones públicas que he tomado en asuntos sobre los cuales tengo conocimiento directo.
Creo que la doctrina de la responsabilidad colectiva, como razón fundamental para el castigo colectivo, no está nunca justificada, ni militar ni éticamente. Me refiero al uso de una desproporcionada potencia de fuego contra civiles, a la demolición de sus casas, a la destrucción de sus huertas y arboledas, a la privación de sus medios de vida y del derecho a un empleo, a tener educación y recibir atención médica, y acceso irrestricto a ciudades y comunidades vecinas... todo ello como castigo por actividades militares hostiles que podrían o no estar en la vecindad de esos civiles.
También creo que no puede haber paz aquí hasta que no se detenga el establecimiento de comunidades israelíes en los Territorios, y que esto sea seguido –más temprano que tarde– por el desmantelamiento de tales establecimientos y el retiro de las unidades militares concentradas allí para custodiarlos. (Todo el texto en archivos adjuntos)
Hay tres cosas diferentes: hablar, lo que estoy haciendo ahora; escribir, lo que me da el derecho que tuviere a este premio incomparable, y ser, ser una persona que cree en una activa solidaridad con otras personas. Como observó una vez Roland Barthes: "...quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es".
Y por supuesto, tengo opiniones, opiniones políticas, algunas de ellas formadas sobre la base de lecturas, discusiones y reflexiones, pero no sobre la base de una experiencia directa. Permítanme compartir con ustedes dos opiniones mías, opiniones muy predecibles, a la luz de posiciones públicas que he tomado en asuntos sobre los cuales tengo conocimiento directo.
Creo que la doctrina de la responsabilidad colectiva, como razón fundamental para el castigo colectivo, no está nunca justificada, ni militar ni éticamente. Me refiero al uso de una desproporcionada potencia de fuego contra civiles, a la demolición de sus casas, a la destrucción de sus huertas y arboledas, a la privación de sus medios de vida y del derecho a un empleo, a tener educación y recibir atención médica, y acceso irrestricto a ciudades y comunidades vecinas... todo ello como castigo por actividades militares hostiles que podrían o no estar en la vecindad de esos civiles.
También creo que no puede haber paz aquí hasta que no se detenga el establecimiento de comunidades israelíes en los Territorios, y que esto sea seguido –más temprano que tarde– por el desmantelamiento de tales establecimientos y el retiro de las unidades militares concentradas allí para custodiarlos. (Todo el texto en archivos adjuntos)
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Un argumento sobre la belleza
Por Susan Sontag
(…) Que la belleza se aplicara a algunas cosas y no a otras, que fuera un principio de discriminación, fue antaño su fuerza y su atractivo. La belleza pertenecía a la familia de nociones que establecen rangos y concordaba con un orden social impenitente respecto de la condición, la clase, la jerarquía y el derecho a la exclusión.
(…)Por supuesto, cuando la gente afirmaba que una obra de arte era interesante, no indicaba con ello que forzosamente le gustara; y mucho menos que la considerara bella. Por lo general, sólo indicaba que creía que debía gustarle. O que le gustaba, de algún modo, aunque no fuera bella.(…)La belleza puede ilustrar un ideal, una perfección. O puede provocar, por su identificación con las mujeres (o más precisamente, con la Mujer), la ambivalencia consabida que proviene de la añeja denigración de lo femenino. Mucho descrédito de la belleza necesita ser entendido como resultado de la inflexión del género. La misoginia, asimismo, puede subyacer al impulso de metaforizar la belleza, promoviéndola así fuera del ámbito “meramente” femenino, de lo poco serio, de lo especioso.
(…)Por lo general, se supone que la belleza es, casi de modo tautológico, una categoría “estética”, lo que la enfrenta, para muchos, directamente con la ética. Pero la belleza, aun la belleza en su modo amoral, nunca está desnuda. Y la atribución de belleza siempre está mezclada con valores morales. Lejos de ser polos opuestos lo estético y lo ético, como insistieron Kierkegaard y Tolstoi, lo estético mismo es un proyecto casi moral. (Todo el texto en archivos adjuntos)
(…)Por supuesto, cuando la gente afirmaba que una obra de arte era interesante, no indicaba con ello que forzosamente le gustara; y mucho menos que la considerara bella. Por lo general, sólo indicaba que creía que debía gustarle. O que le gustaba, de algún modo, aunque no fuera bella.(…)La belleza puede ilustrar un ideal, una perfección. O puede provocar, por su identificación con las mujeres (o más precisamente, con la Mujer), la ambivalencia consabida que proviene de la añeja denigración de lo femenino. Mucho descrédito de la belleza necesita ser entendido como resultado de la inflexión del género. La misoginia, asimismo, puede subyacer al impulso de metaforizar la belleza, promoviéndola así fuera del ámbito “meramente” femenino, de lo poco serio, de lo especioso.
(…)Por lo general, se supone que la belleza es, casi de modo tautológico, una categoría “estética”, lo que la enfrenta, para muchos, directamente con la ética. Pero la belleza, aun la belleza en su modo amoral, nunca está desnuda. Y la atribución de belleza siempre está mezclada con valores morales. Lejos de ser polos opuestos lo estético y lo ético, como insistieron Kierkegaard y Tolstoi, lo estético mismo es un proyecto casi moral. (Todo el texto en archivos adjuntos)
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Marat / Sade / Artaud
Por Susan Sontag
Teatralidad y locura —los dos temas más poderosos del teatro contemporáneo— están brillantemente fundidos en el drama de Peter Weiss, Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, representado por los internos del asilo de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade. El tema es un ensayo dramático puesto en escena ante los ojos del público; la escena es en un manicomio. El hecho histórico en que se basa la obra es el de que en el asilo de locos de las afueras de París en que Sade estuvo recluido por orden de Napoleón durante los últimos once años de su vida. (…) Sin embargo, casi todo el mundo, desde los cronistas hasta los críticos más serios, ha expresado graves reservas, cuando no rotundo disgusto, ante la puesta en escena por Brook de la obra de Weiss. ¿Por qué? A mi entender, hay tres ideas preconcebidas que subyacen alas objeciones hechas a la puesta en escena del drama de Weiss por Brook.
La conexión entre teatro y literatura. Una idea preconcebida: el teatro es una rama de la literatura. Pero lo cierto es que algunas obras de teatro pueden ser juzgadas fundamentalmente como obras literarias, y otras no.(…)
La conexión entre teatro y psicología. Otra idea preconcebida: el teatro consiste en la revelación de un personaje, construido a partir de un conflicto de motivos que sean verosímiles desde un punto de vista realista. Pero el teatro moderno más interesante es un teatro que va más allá de la psicología.(…)
La conexión entre teatro e ideas. Otra idea preconcebida: la obra de arte debe ser entendida en cuanto «trata de» una «idea», la representa o la discute. De ser así, se acepta implícitamente como criterio para juzgar una obra de arte el valor de las ideas que contiene, y el que estén o no expresadas clara y coherentemente.(…) (Todo el texto en archivos adjuntos)
La conexión entre teatro y literatura. Una idea preconcebida: el teatro es una rama de la literatura. Pero lo cierto es que algunas obras de teatro pueden ser juzgadas fundamentalmente como obras literarias, y otras no.(…)
La conexión entre teatro y psicología. Otra idea preconcebida: el teatro consiste en la revelación de un personaje, construido a partir de un conflicto de motivos que sean verosímiles desde un punto de vista realista. Pero el teatro moderno más interesante es un teatro que va más allá de la psicología.(…)
La conexión entre teatro e ideas. Otra idea preconcebida: la obra de arte debe ser entendida en cuanto «trata de» una «idea», la representa o la discute. De ser así, se acepta implícitamente como criterio para juzgar una obra de arte el valor de las ideas que contiene, y el que estén o no expresadas clara y coherentemente.(…) (Todo el texto en archivos adjuntos)
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El mundo como la India
Por Susan Sontag
(…) El inglés se ha convertido en el idioma común que unifica las disparidades lingüísticas. La India cuenta con dieciséis "lenguas oficiales" (aunque se hablan muchas más lenguas vernáculas), y no hay modo de que, dada su presente composición y diversidad, incluidos ciento ochenta millones de musulmanes, vaya algún día a ponerse de acuerdo, digamos, de que el hindi, la lengua oficial más importante, se convierta en lengua nacional. La que precisamente podría serlo no es una lengua indígena, sino la del conquistador, la de la época colonial. Justo porque es foránea, extranjera, se puede convertir en la lengua que unifique a un pueblo permanentemente diverso: el único idioma que todos los indios acaso tengan en común no sólo es, sino que tiene que ser, el inglés.(…)Pero, como muchos han advertido, la mundialización es un proceso que trae beneficios muy disímiles a los diversos pueblos que integran la población del planeta, y la mundialización del inglés no ha alterado la historia de los prejuicios sobre las identidades nacionales, uno de cuyos resultados es que algunas lenguas —y la literatura que en ellas se produce— siempre han sido consideradas más importantes que otras. (Todo el texto en archivos adjuntos)
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Sobre Susan Sontag
Por Paul Berman
Paul Berman, el autor de “Terror y liberalismo”, fue amigo de Susan Sontag y colaborador en alguna de las más arriesgadas empresas de la escritora norteamericana, como su ayuda a la sitiada Sarajevo. Este ensayo es la entrañable despedida de una de las ensayistas y narradoras más profundas de su país, además de una indudable referencia ética.
Susan Sontag fue una intelectual valiente, pero su valentía no fue sólo intelectual. En 1989, cuando Salman Rushdie y sus editores fueron condenados a muerte por el ayatolá Jomeini, muchas personas en todo el mundo, de derecha y de izquierda, se afanaron en explicar que Rushdie habría hecho algo en verdad terrible al escribir sus Versos satánicos, y que —como intentó esgrimir Jimmy Carter— tal vez se tratase meramente de un oportunista, un hombre que intentaba vender libros por la vía del escándalo. Susan era a la sazón presidenta de la rama estadounidense del PEN Club. Fue ella quien testificó ante el Congreso de Estados Unidos. A ella, y no a los líderes políticos, le correspondió explicar que la fatwa de Jomeini contra Rushdie ya había amenazado de muerte a un editor estadounidense, y que la libertad literaria bien podría ser un tema de interés nacional para Estados Unidos. (Todo el texto en archivos adjuntos)
Susan Sontag fue una intelectual valiente, pero su valentía no fue sólo intelectual. En 1989, cuando Salman Rushdie y sus editores fueron condenados a muerte por el ayatolá Jomeini, muchas personas en todo el mundo, de derecha y de izquierda, se afanaron en explicar que Rushdie habría hecho algo en verdad terrible al escribir sus Versos satánicos, y que —como intentó esgrimir Jimmy Carter— tal vez se tratase meramente de un oportunista, un hombre que intentaba vender libros por la vía del escándalo. Susan era a la sazón presidenta de la rama estadounidense del PEN Club. Fue ella quien testificó ante el Congreso de Estados Unidos. A ella, y no a los líderes políticos, le correspondió explicar que la fatwa de Jomeini contra Rushdie ya había amenazado de muerte a un editor estadounidense, y que la libertad literaria bien podría ser un tema de interés nacional para Estados Unidos. (Todo el texto en archivos adjuntos)
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El romance de Susan Sontag
Por Leslie Garis
(…) “Creo que siempre quise escribir este libro —asegura—. Me alegra haberme liberado de la tradicional melancolía que caracteriza nuestra ficción contemporánea. No quiero transmitir un sentimiento de alienación. No es eso lo que pretendo. Me interesa abordar de distintas maneras la pasión del compromiso. Todo mi trabajo habla de eso, de ser comprometido, apasionado, de despertar”.
El amante del volcán disecciona las múltiples formas del compromiso apasionado. Hamilton aprecia con resignación no sólo su colección de arte, que cada vez es más grande, sino también al Vesubio, su querido volcán, cuyas amenazas y manifestaciones de energía destructiva lo subyugan. (…)“Soy una adicta a la lectura —confiesa— una hedonista. Me dejo conducir por mis pasiones. Es una especie de avaricia”. Ríe felizmente. “Me gusta estar rodeada por las cosas que me hablan y elevan mi espíritu”.
Pregunto cómo están clasificados los libros.
“Ahhh. Por tema o, en el caso de la literatura, por idioma y cronológicamente. Del Beowulf a Virgina Woolf. Le mostraré”.
—¿Nada está por orden alfabético?
“Conozco personas que tienen muchos libros. Richard Howard, por ejemplo. Él ordena sus libros alfabéticamente, y ello me provoca una gran angustia. ¡Yo no podría poner a Pynchon junto a Platón! No tiene lógica”.
(…)“Aún recuerdo mi primer librero, tenía ocho o nueve años. Éste, ciertamente, hablaba de mi aislamiento del mundo. Solía recostarme en la cama y ver mi librero empotrado en la pared. Ahí estaban mis 50 amigos. Un libro me permitía cruzar a través de un espejo. Podía ir a otro lugar. Cada libro constituía una puerta hacia un reino mágico”.
—¿Tuvo un mentor?“No, no, no. Yo sola descubrí los libros. A los 10 años, tuve mi encuentro con la Biblioteca Moderna, en una papelería de Tucson. De alguna forma logré entender que estaba frente a los clásicos. Como solía leer las enciclopedias, retenía muchos nombres en mi cabeza. ¡De pronto, ahí estaban! Homero, Virgilio, Dante, George Eliot, Thackeray, Dickens. Y decidí que los leería a todos”.(…) 1987, como presidenta del PEN Club, y cofundadora en 1974 (junto con Richard Sennett) del New York Institute for the Humanities, se convirtió en una eficaz activista en pro de los escritores que están encarcelados.(…)Experimento un silencio monacal en su departamento y es entonces cuando le hago una pregunta extraña. ¿Cree que en una vida después de la muerte podrá conocer a sus héroes literarios?.
“No”.
—La mayoría de las personas esperan reencontrarse con la gente que aman después de morir. ¿Usted no cree que se encontrará con Homero o Dante? —bromeo.“Para nada. Lo que me complace es la idea de que estoy haciendo lo que ellos hicieron. Eso ya de por sí me asombra. Porque...”. Se queda sin palabras. “La literatura necesita de mucha gente. Es suficiente para honrar el proyecto”.
—¿Cuál proyecto?
“Ah... pues... —suspira profundamente— producir alimento para la mente, para los sentidos, para el corazón. Mantener el lenguaje vivo. Mantener viva la idea de la dignidad. Tienes que ser un miembro de la sociedad capitalista del siglo XX para comprender que la dignidad en sí misma podría estar siendo cuestionada”. (Toda la entrevista en archivo adjunto)
Ver Archivo:
El amante del volcán disecciona las múltiples formas del compromiso apasionado. Hamilton aprecia con resignación no sólo su colección de arte, que cada vez es más grande, sino también al Vesubio, su querido volcán, cuyas amenazas y manifestaciones de energía destructiva lo subyugan. (…)“Soy una adicta a la lectura —confiesa— una hedonista. Me dejo conducir por mis pasiones. Es una especie de avaricia”. Ríe felizmente. “Me gusta estar rodeada por las cosas que me hablan y elevan mi espíritu”.
Pregunto cómo están clasificados los libros.
“Ahhh. Por tema o, en el caso de la literatura, por idioma y cronológicamente. Del Beowulf a Virgina Woolf. Le mostraré”.
—¿Nada está por orden alfabético?
“Conozco personas que tienen muchos libros. Richard Howard, por ejemplo. Él ordena sus libros alfabéticamente, y ello me provoca una gran angustia. ¡Yo no podría poner a Pynchon junto a Platón! No tiene lógica”.
(…)“Aún recuerdo mi primer librero, tenía ocho o nueve años. Éste, ciertamente, hablaba de mi aislamiento del mundo. Solía recostarme en la cama y ver mi librero empotrado en la pared. Ahí estaban mis 50 amigos. Un libro me permitía cruzar a través de un espejo. Podía ir a otro lugar. Cada libro constituía una puerta hacia un reino mágico”.
—¿Tuvo un mentor?“No, no, no. Yo sola descubrí los libros. A los 10 años, tuve mi encuentro con la Biblioteca Moderna, en una papelería de Tucson. De alguna forma logré entender que estaba frente a los clásicos. Como solía leer las enciclopedias, retenía muchos nombres en mi cabeza. ¡De pronto, ahí estaban! Homero, Virgilio, Dante, George Eliot, Thackeray, Dickens. Y decidí que los leería a todos”.(…) 1987, como presidenta del PEN Club, y cofundadora en 1974 (junto con Richard Sennett) del New York Institute for the Humanities, se convirtió en una eficaz activista en pro de los escritores que están encarcelados.(…)Experimento un silencio monacal en su departamento y es entonces cuando le hago una pregunta extraña. ¿Cree que en una vida después de la muerte podrá conocer a sus héroes literarios?.
“No”.
—La mayoría de las personas esperan reencontrarse con la gente que aman después de morir. ¿Usted no cree que se encontrará con Homero o Dante? —bromeo.“Para nada. Lo que me complace es la idea de que estoy haciendo lo que ellos hicieron. Eso ya de por sí me asombra. Porque...”. Se queda sin palabras. “La literatura necesita de mucha gente. Es suficiente para honrar el proyecto”.
—¿Cuál proyecto?
“Ah... pues... —suspira profundamente— producir alimento para la mente, para los sentidos, para el corazón. Mantener el lenguaje vivo. Mantener viva la idea de la dignidad. Tienes que ser un miembro de la sociedad capitalista del siglo XX para comprender que la dignidad en sí misma podría estar siendo cuestionada”. (Toda la entrevista en archivo adjunto)
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Etiquetas: Sontag, susan sontag
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