Peter Sloterdijk—Tercera Entrega—
Peter Sloterdijk
—Tercera Entrega—
Portada de La morte nel postumanismo. http://www.festivalfilosofia.it/
Peter Sloterdijk
ESFERAS I
BURBUJAS
MICROSFEROLOGÍA
(Sphären I – Blasen, Mikrosphärologie, 1998)
(Fragmentos)
Prólogo de Rüdiger Safranski
(…) Sloterdijk también se distingue por el estilo literario, brillante, en que escribe, algo que entre ciertos filósofos, y no sólo en Alemania, se considera un detrimento.
Su obra más reciente, aguardada con gran expectación, verdaderamente un opus magnum, es el proyecto Esferas en tres volúmenes, el primero de los cuales es éste en traducción castellana.
(…) «Esferas» significa, en cualquier caso, no un espacio neutro, sino uno animado y vivido; un receptáculo en el que estamos inmersos. No hay vida sin esferas. Necesitamos esferas como el aire para respirar, nos han sido dadas, surgen siempre de nuevo donde hay seres humanos juntos y se extienden desde lo íntimo hasta lo cósmico, pasando por lo global. Sería hermoso que dominara la armonía de esferas, pero, de hecho, y éste es el gran tema de Sloterdijk, aparecen conflictos, crisis y catástrofes en el traslado de una esfera a otra. No en último término la fecundidad de una cultura se mide por su capacidad de solucionar este problema del paso de una esfera más pequeña a la siguiente en magnitud.
(…) Este primer volumen está dedicado sobre todo a los aspectos íntimos de la conformación de esferas dentro del ser humano y entre los seres humanos. El segundo rastrea la historia de las grandes esferas, desde los imaginarios globos celeste y terráqueo hasta las reales circunvalaciones terrestres y conquistas del mundo, y hasta lo que hoy llamamos «globalización». Muestra cómo el gran formato social ha de aprovechar el fundus de modos de experiencia en pequeñas esferas, primero, y cómo, luego, ha de destruirlo. El tercer volumen analiza los indicios que, poco a poco, van apareciendo de nuevas conformaciones de esferas en el espacio social. Las estructuras de la vida en común se transforman: interconexiones horizontales con poca fijación al suelo que cambian rápidamente. Policentrismo, movilidad. Ha pasado el tiempo en el que se necesitaban y exigían aún sólidos fundamentos. Uno se va acostumbrando a formas de vida fluctuantes, suspensas; por eso Sloterdijk pone al tercer volumen el título de «Espumas».
Con la mirada puesta en el ejercicio posmoderno en formas de vida carentes de fundamento, este opus magnum de Sloterdijk invita a explorar en medio de lo infundamentado los fundamentos de la filosofía, también los fundamentos de la filosofía de Sloterdijk.
Introducción general
(…) Que la vida es una cuestión de forma es la tesis que conectamos con la vieja y venerable expresión de filósofos y geómetras: esfera. Tesis que sugiere que vivir, formar esferas y pensar son expresiones diferentes para lo mismo. De todos modos, la alusión a una geometría esférica vital sólo tiene sentido cuando se admite que existe una especie de teoría que sabe más de la vida que la vida misma; y que allí donde hay vida humana, sea nómada o sedentaria, surgen globos habitados, ambulantes o estacionarios, que en cierto sentido son más redondos que todo lo que puede dibujarse con círculos. Los libros que siguen están dedicados al intento de sondear las posibilidades y límites del vitalismo geométrico.
(…) Quien no quiera saber nada de construir esferas tiene que mantenerse alejado, naturalmente, de dramas amorosos; y quien elude el eros se excluye de los esfuerzos por buscar claridad sobre la forma vital. Con ello la hybris cambia de aposento. La exclusividad de la filosofía no expresa su propia arrogancia; se sigue de la autosatisfacción de quienes están seguros de que uno se las puede valer también sin el pensar filosófico. Si la filosofía es exclusiva es porque refleja la autoexclusión de la mayoría de la gente de lo mejor, pero, en cuanto extrema la escisión existente en la sociedad, hace consciente esa exclusión y obliga a reconsiderarla. De la hipérbole filosófica surge la oportunidad de revisar las opciones efectuadas y de decidirse en contra de la exclusión. Por eso, la filosofía, si se dedica a lo suyo, siempre es a la vez propaganda de sí misma. Si hay otros que entienden lo óptimo de otro modo, y logran con ello resultados convincentes, tanto mejor.
(…) De los excedentes del primer amor, que se desprende de su origen para proseguir su marcha en otra parte recomenzando libremente, se nutre también el pensar filosófico, del que hay que saber ante todo que es un caso de amor de transferencia al todo. Por desgracia, en el discurso intelectual contemporáneo se ha convenido en caracterizar el amor de transferencia como un mecanismo neurótico, culpable de que las pasiones auténticas se sientan la mayoría de las veces en el lugar equivocado. Nada ha perjudicado tanto al pensamiento filosófico como esa lamentable reducción temática que, con razón o no, se remite a modelos psicoanalíticos. Hay que insistir, por contra, en que la transferencia es la fuente formal de los procesos creadores que dan alas al éxodo de los seres humanos a lo abierto. No transferimos tanto afectos exaltados a personas extrañas como tempranas experiencias espaciales a lugares nuevos, y movimientos primarios a escenarios lejanos. Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo.
Si hubiera, pues, de colocar mi lema a la entrada de esta trilogía éste habría de rezar: Manténgase alejado quien no esté dispuesto de buen grado a elogiar la transferencia y a rebatir la soledad.
Peter Sloterdijk
INTRODUCCIÓN
Los aliados o:
La comuna exhalada
(…) Lo que en el lenguaje de algunos filósofos modernos se llamó ser-en-el-mundo significa para la existencia humana, primero y sobre todo: ser-en-esferas. Si los seres humanos están ahí están en principio en espacios que se han abierto para ellos porque ellos les han dado forma, contenido, extensión y duración relativa al habitarlos. Pero, dado que las esferas constituyen el producto originario de la convivencia humana –de lo que no ha tomado jamás noticia ninguna teoría del trabajo–, esos lugares atmosférico-simbólicos de los seres humanos dependen de su renovación constante: esferas son instalaciones de aire acondicionado de las que vale decir: no participar en su construcción e instalación es algo que ni siquiera entra en la consideración seres que realmente viven en común. La climatización simbólica del espacio común es la producción originaria de cualquier sociedad. De hecho, los seres humanos hacen su propio clima, pero no lo hacen espontáneamente, sino bajo circunstancias encontradas, dadas y transmitidas.
A las esferas les inquieta constantemente su inevitable inestabilidad: comparten con la suerte y el cristal los riesgos de todo lo que se hace pedazos fácilmente. No serían formas de la geometría vital si no pudieran implosionar, si no fueran susceptibles de ser destruidas por la presión exterior; y menos lo serían si no estuvieran en condiciones de agrandarse bajo la presión interior del crecimiento de los grupos hasta convertirse en estructuras más ricas. Allí donde sucede la implosión desaparece el espacio común como tal. Lo que Heidegger ha llamado ser-para-la-muerte no significa tanto la larga marcha del individuo hacia una última soledad, anticipada con determinación pánica, sino la circunstancia de que todos los individuos han de abandonar alguna vez el espacio en el que estuvieron aliados, en fuerte conexión con otros. Por eso la muerte importa en definitiva más a los supervivientes que a los difuntos. Así, la muerte humana tiene siempre dos caras; una, que abandona un cuerpo helado, y otra, que muestra restos de esferas: algunos de estos restos son asimilados en espacios superiores y vivificados de nuevo, mientras otros quedan abandonados como basura caída de antiguos espacios de animación. Lo que se llama fin del mundo significa estructuralmente muerte de esferas. Su caso más real a pequeña escala es la separación de los amantes, la vivienda vacía, la foto rota: en su forma general aparece como muerte de la cultura, como la ciudad quemada, el lenguaje desaparecido. La experiencia humana e histórica testifica siempre que las esferas pueden persistir más allá de la separación mortal y que lo perdido puede permanecer presente en los recuerdos como advertencia, como fantasma, como misión, como saber. Sólo porque esto es así no necesita convertirse cada separación de amantes en un fin del mundo, ni cada cambio lingüístico en un fin de la cultura.
A las esferas les inquieta constantemente su inevitable inestabilidad: comparten con la suerte y el cristal los riesgos de todo lo que se hace pedazos fácilmente. No serían formas de la geometría vital si no pudieran implosionar, si no fueran susceptibles de ser destruidas por la presión exterior; y menos lo serían si no estuvieran en condiciones de agrandarse bajo la presión interior del crecimiento de los grupos hasta convertirse en estructuras más ricas. Allí donde sucede la implosión desaparece el espacio común como tal. Lo que Heidegger ha llamado ser-para-la-muerte no significa tanto la larga marcha del individuo hacia una última soledad, anticipada con determinación pánica, sino la circunstancia de que todos los individuos han de abandonar alguna vez el espacio en el que estuvieron aliados, en fuerte conexión con otros. Por eso la muerte importa en definitiva más a los supervivientes que a los difuntos. Así, la muerte humana tiene siempre dos caras; una, que abandona un cuerpo helado, y otra, que muestra restos de esferas: algunos de estos restos son asimilados en espacios superiores y vivificados de nuevo, mientras otros quedan abandonados como basura caída de antiguos espacios de animación. Lo que se llama fin del mundo significa estructuralmente muerte de esferas. Su caso más real a pequeña escala es la separación de los amantes, la vivienda vacía, la foto rota: en su forma general aparece como muerte de la cultura, como la ciudad quemada, el lenguaje desaparecido. La experiencia humana e histórica testifica siempre que las esferas pueden persistir más allá de la separación mortal y que lo perdido puede permanecer presente en los recuerdos como advertencia, como fantasma, como misión, como saber. Sólo porque esto es así no necesita convertirse cada separación de amantes en un fin del mundo, ni cada cambio lingüístico en un fin de la cultura.
(…) El primer volumen de esta trilogía de Esferas habla de unidades microsféricas, que aquí se llaman burbujas. Ellas constituyen las formas de la intimidad del ser-en-forma redondeado y las moléculas base de la relación fuerte. Nuestro análisis se pone a la tarea, nunca hasta ahora emprendida, de narrar el epos de las unicidades dúplices, perdidas ya para inteligencias adultas pero nunca borradas del todo. Nos sumergimos en una historia desaparecida que informa sobre el esplendor y el hundimiento de la Atlántida íntima; exploramos un continente exhalado en el mar matriarcal en el que hemos vivido en un tiempo subjetivamente prehistórico y que hemos abandonado con el comienzo de las historias aparentemente propias En ese mundo aparte destellan a la orilla de la lógica convencional magnitudes que desvían de ella. Con la conciencia de nuestro inevitable desvalimiento conceptual como único acompañante seguro, atravesamos paisajes de la existencia preobjetiva y de las relaciones precedentes. Si invadir fuera la palabra correcta, invadimos el reino de las quimeras íntimas. Pero las cosas mismas, como se muestra, permitirán solamente invasiones no-invasivas; en este ámbito, más flexible de lo acostumbrado en los procesos metódicos y en los desarrollos conceptuales consecuentes, hay que con¬fiarse a una corriente que nos empuje sobre los límpidos ríos de la autoexperiencia presubjetiva primitiva.
(…) Con el segundo volumen de Esferas se abren las hojas de un mundo histórico-político, sujeto e influenciado por las imágenes directrices morfológicas de un globo y de una esfera construidos con exactitud geométrica. Penetramos aquí en la dimensión parmenídea: en un universo cuyos límites vienen trazados por medio del círculo y cuyo centro lo ocupa una jovialidad específicamente filosófica, precavida y desbordante. En la era, no tan superada como olvidada, de la metafísica y de los imperios clásicos, Dios y el mundo parecían haber hecho el acuerdo de representar toda entidad esencial existente como una esfera inclusiva. Por lo que alcanzamos a ver, teología y ontología siempre han sido doctrinas en la forma redonda de receptáculos: sólo desde ella toman cuerpo, a su vez, las figuras de imperio y cosmos. No en vano Nicolás de Cusa pudo decir todavía: «Toda la teología está contenida en el círculo».
(…) El tercer volumen se ocupa de la catástrofe moderna del mundo redondo. Con expresiones morfológicas describe la aparición de una era en la que la forma del todo ya no puede representarse con miradas imperiales en derredor desde un punto céntrico y panópticos circulares. Desde el punto de vista morfológico aparece la Modernidad, ante todo, como un proceso revolucionario formal. No en vano fue presentada por sus críticos conservadores como pérdida del centro y como insurrección contra el círculo de Dios; y así hasta hoy. Para viejos europeos católicos la esencia de la era moderna puede definirse aún por un único concepto: profanación de esferas. Nuestro planteamiento esferológico, mucho menos nostálgico, y sí intempestivo por caminos no católicos, depara los medios para caracterizar las catástrofes de la forma del mundo de la Modernidad –esto es, la globalización terrestre y la virtual–, con expresiones sobre formaciones descentradas, no redondas, de esferas.
(…) El presente informe del surgimiento y cambio de forma de las esferas es, por lo que sabemos, el primer intento, tras el fracaso de la así llamada morfología de la historia universal de Oswald Spengler, de volver a asignar a un concepto de forma un puesto de rango superior en una investigación antropológica y teórico-cultural.
(…) Como introducción a una poética medial de la existencia, la esferología, en principio, sólo quiere dibujar las conformaciones de inmanencias simples que aparecen en las organizaciones humanas (y extrahumanas), sea como organizaciones de intimidad arcaica, sea como diseño del espacio de pueblos primitivos o como autointerpretación teológico-cosmológica de imperios tradicionales. Por eso, a primera vista, este texto, sobre todo en su segunda parte, podría aparecer también como una historia cultural que con ayuda de conceptos morfológicos, inmunológicos y transferencial-teóricos mostraría, de manera inusual, un modo de ver las cosas que, si todavía no conduce a lo esencial, no sería ni completamente falso ni completamente inoportuno, suponiendo, claro está, que se esté dispuesto a admitir que sólo por la filosofía puede experimentar la inteligencia cómo sus pasiones llegan a conceptos. (Todo el texto en el archivo adjunto)
CONFERENCIA EN OCASIÓN DEL CENTENARIO
DE LA MUERTE DE FRIEDRICH NIETZSCHE
DE LA MUERTE DE FRIEDRICH NIETZSCHE
EL HOMBRE MÁS INDEPENDIENTE
DE EUROPA
("Der unabhängigste Mann in Europa",
pronunciada en Weimar, el 25 de agosto de 2000)
pronunciada en Weimar, el 25 de agosto de 2000)
Peter Sloterdijk
(…) En lo que a Nietzsche respecta, él sabía muy bien que por mucho tiempo él mismo seguiría siendo el único lector emocionado de Zaratustra; su quinto “Evangelio” es, como dijo más o menos correctamente, “oscuro y secreto y motivo de risa para todos”, y esto no sólo por su precocidad. No se puede concebir cómo podía un documento así, que todo divulgador posterior debía inmediatamente librar de su ridiculez, convertirse en punto de partida de una nueva cadena eulógica, cadena en que llevar la voz cantante se volviera el premio de una competencia más o menos afortunada. Ninguna tijera puede salvar a los cantos de Zaratustra para el juego victorioso y palabrero de la Ilustración estándar. Suponiendo que Nietzsche supiera esto desde un principio (y a favor de esta suposición juegan los datos biográficos, así como los literarios con que contamos), ¿qué podía hacerle creer, sin embargo, que a partir de él se iniciaba una nueva época del discurso positivo? ¿Cómo quería dar el paso de lo ridículo a lo sublime, de lo sublime al aire libre, y quién podría haberlo seguido? Para dar respuesta al enigma, debemos examinar más de cerca la ética nietzscheana de la amplitud de miras.
El que quiera conocer de cerca la teoría y praxis de la generosidad nietzscheana, debe también –o sobre todo– concebir “sueños de grandeza” junto con Nietzsche, bajo el supuesto de que sea éste un título adecuado para la desacostumbrada capacidad de este autor, de hablar en la más alta de las voces de sí mismo, su misión y sus escritos. (Todo el texto en el archivo adjunto)
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Etiquetas: Peter Sloterdijk, Sloterdijk
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