110 Y 20 Aniversarios de Henri Lefebvre (Cuarta Parte )
EL LEGADO MARXISTA
Y HUMANISTA DE
HENRI LEFEBVRE
Y HUMANISTA DE
HENRI LEFEBVRE
–Cuarta Parte –
Portada de «Henri Lefebvre y la aventura del siglo»
(Rémi Hess, «Henri Lefebvre et l'aventure du siècle». Paris, 1988)
Henri Lefebvre
ENGELS Y LA UTOPÍA
ENGELS Y LA UTOPÍA
Pongamos en el lugar que le corresponde, por cierto poco importante, la obra de Engels «La cuestión de la vivienda». (...) Se ha tomado la costumbre de presentar esa recopilación de artículos como siendo el último grito del pensamiento marxista por cuanto se refiere a las cuestiones urbanas. En efecto, el compulsarla y citarla, eximen de la necesidad de leer y de conocer el conjunto teórico de obras editadas a este respecto. (...)
Para Friedrich Engels, la cuestión de la vivienda no es más que un aspecto accesorio de un problema central, el de las relaciones entre la ciudad y el campo o más bien el de la exacerbación de su enfrentamiento. Aquellos que proponen la construcción de viviendas para obreros y el cedérselas, no tan sólo se limitan a resolver de manera ficticia la «cuestión social» mediante la transformación de los trabajadores en capitalistas, sino que proponen introducir el «sistema de torrecitas modestas» y el de un tipo de cuarteles obreros, organizándolo lo menos mal posible. (…)
Engels recurre, por tanto, al socialismo utópico, es decir, revolucionario, para combatir la utopía reformista y reaccionaria. Esta última, aun más «utópica» que la otra, enmascara la problemática en vez de sacarla a la luz del día. (...)
Pasemos a estudiar ahora el «Anti-Dühring» (1878), la obra magistral por excelencia, el compendio y la enciclopedia, la referencia perenne, el Libro Santo y la Vulgata, la fuente inagotable de las citas, etc. Dicho en otras palabras: la obra más controvertida, la más vilipendiada, pero también la más leída y comentada de la literatura marxista junto con «Materialismo y empiriocriticismo» de Lenin.
Los integristas del marxismo, los dogmáticos, hacen obstinadamente hincapié en la coherencia del sistema. En efecto, transforma la teoría marxista o «sistema» dentro de la acepción tradicional (filosófica) del término. Lo que coincide con su transformación política en ideología estatal, en pedagogía cultural, en práctica institucional. Muy al contrario, aquí y acullá, se ha resaltado la originalidad de Engels, la especificidad de su aportación, su peculiar introducción dentro del pensamiento revolucionario. No titubearemos ni un instante en hablar de «engelsismo» a la par que de «lassallismo», o de «leninismo» como siendo corrientes diversas y a menudo divergentes dentro del pensamiento contemporáneo, dentro del movimiento revolucionario. Lo cual no excluye en forma alguna otras diferencias...
Friedrich Engels, para luchar contra ese intranquilizador reformismo de «audaz» fraseología, recurre a su mentor y arma secreta: Fourier. A este respecto, y de paso, subrayemos una vez más hasta qué punto el dogmatismo llegó a falsear el pensamiento engelsiano, al igual que el de Marx, relegando a un segundo plano a los socialistas franceses, el utopismo, y, especialmente, a Fourier. (...) Engels no se limita a oponer el utopismo socialista al utopismo burgués. Se puede decir que opone la utopía revolucionaria y concreta a la utopía reaccionaria y abstracta. La utopía concreta se basa sobre el movimiento de una realidad de la que revela las posibilidades. Dialécticamente, lo posible es una categoría de la realidad, a partir del momento en que se considera en lo real sus tendencias en vez de fijarlo in situ. (…)
El «Anti-Dhüring» posee los defectos de sus cualidades, y en esta obra el pensamiento dialéctico desafía a veces la lógica (social y política). Se abre sobre el futuro y lo posible, al propio tiempo que sistematiza y zanja el sistema. Quiere instaurar una ontología, una contestación a los interrogantes: «¿Qué es el ser? ¿Qué es el ser humano? ¿De dónde procede?» Pero, las respuestas andan a tientas entre la ciencia cierta de lo acontecido y la exploración incierta del futuro.(...)Así pues, utopía, al fin y al cabo, pero utopía concreta, posibilidad que arroja luz sobre lo actual, y que lo actual rechaza hacia lo imposible. Según nuestro criterio, una de las fuerzas mayores del pensamiento marxista, imposible de reducir, difícil de «recuperar» radica en esa «prospección» llevada a cabo por Marx hacia mediados del siglo XIX. «El trabajo no tiene otro fin ni otro objetivo que el no trabajo». En comparación con esta tesis, establecida sobre una base sólida, la de la crítica de la economía política, los fracasos del socialismo que se pretende marxista, no son más que peccata minuta.
Para Friedrich Engels, la cuestión de la vivienda no es más que un aspecto accesorio de un problema central, el de las relaciones entre la ciudad y el campo o más bien el de la exacerbación de su enfrentamiento. Aquellos que proponen la construcción de viviendas para obreros y el cedérselas, no tan sólo se limitan a resolver de manera ficticia la «cuestión social» mediante la transformación de los trabajadores en capitalistas, sino que proponen introducir el «sistema de torrecitas modestas» y el de un tipo de cuarteles obreros, organizándolo lo menos mal posible. (…)
Engels recurre, por tanto, al socialismo utópico, es decir, revolucionario, para combatir la utopía reformista y reaccionaria. Esta última, aun más «utópica» que la otra, enmascara la problemática en vez de sacarla a la luz del día. (...)
Pasemos a estudiar ahora el «Anti-Dühring» (1878), la obra magistral por excelencia, el compendio y la enciclopedia, la referencia perenne, el Libro Santo y la Vulgata, la fuente inagotable de las citas, etc. Dicho en otras palabras: la obra más controvertida, la más vilipendiada, pero también la más leída y comentada de la literatura marxista junto con «Materialismo y empiriocriticismo» de Lenin.
Los integristas del marxismo, los dogmáticos, hacen obstinadamente hincapié en la coherencia del sistema. En efecto, transforma la teoría marxista o «sistema» dentro de la acepción tradicional (filosófica) del término. Lo que coincide con su transformación política en ideología estatal, en pedagogía cultural, en práctica institucional. Muy al contrario, aquí y acullá, se ha resaltado la originalidad de Engels, la especificidad de su aportación, su peculiar introducción dentro del pensamiento revolucionario. No titubearemos ni un instante en hablar de «engelsismo» a la par que de «lassallismo», o de «leninismo» como siendo corrientes diversas y a menudo divergentes dentro del pensamiento contemporáneo, dentro del movimiento revolucionario. Lo cual no excluye en forma alguna otras diferencias...
Friedrich Engels, para luchar contra ese intranquilizador reformismo de «audaz» fraseología, recurre a su mentor y arma secreta: Fourier. A este respecto, y de paso, subrayemos una vez más hasta qué punto el dogmatismo llegó a falsear el pensamiento engelsiano, al igual que el de Marx, relegando a un segundo plano a los socialistas franceses, el utopismo, y, especialmente, a Fourier. (...) Engels no se limita a oponer el utopismo socialista al utopismo burgués. Se puede decir que opone la utopía revolucionaria y concreta a la utopía reaccionaria y abstracta. La utopía concreta se basa sobre el movimiento de una realidad de la que revela las posibilidades. Dialécticamente, lo posible es una categoría de la realidad, a partir del momento en que se considera en lo real sus tendencias en vez de fijarlo in situ. (…)
El «Anti-Dhüring» posee los defectos de sus cualidades, y en esta obra el pensamiento dialéctico desafía a veces la lógica (social y política). Se abre sobre el futuro y lo posible, al propio tiempo que sistematiza y zanja el sistema. Quiere instaurar una ontología, una contestación a los interrogantes: «¿Qué es el ser? ¿Qué es el ser humano? ¿De dónde procede?» Pero, las respuestas andan a tientas entre la ciencia cierta de lo acontecido y la exploración incierta del futuro.(...)Así pues, utopía, al fin y al cabo, pero utopía concreta, posibilidad que arroja luz sobre lo actual, y que lo actual rechaza hacia lo imposible. Según nuestro criterio, una de las fuerzas mayores del pensamiento marxista, imposible de reducir, difícil de «recuperar» radica en esa «prospección» llevada a cabo por Marx hacia mediados del siglo XIX. «El trabajo no tiene otro fin ni otro objetivo que el no trabajo». En comparación con esta tesis, establecida sobre una base sólida, la de la crítica de la economía política, los fracasos del socialismo que se pretende marxista, no son más que peccata minuta.
Henri Lefebvre
CLAUDE LÉVI-STRAUSS
I. SOBRE EL ANTIGUO ELEATISMO Y EL NUEVO
Y EL NUEVO ELEATISMO
I. SOBRE EL ANTIGUO ELEATISMO Y EL NUEVO
Hoy más que nunca las controversias de los pensadores de la Grecia presocrática guardan un sentido. Esos filósofos, que no eran todavía filósofos especializados meditando junto con otros especialistas —los de las ciencias parcelarias— experimentaron o presintieron los conflictos futuros. Experimentaron espontáneamente, con la frescura ingenua de los descubrimientos, algunas situaciones teóricas destinadas a reproducirse. Así, la historia del conocimiento y la de la filosofía se escriben yendo de lo actual a los orígenes y del nacimiento del pensamiento a la "modernidad". (…)
En la muy famosa controversia entre los eléatas y sus adversarios heraclitanos, ¿qué ponían en cuestión? El movimiento y sus modalidades, la movilidad perceptible por los sentidos, y el movimiento cósmico. (…) El eléata Zenón fue un dialéctico prestigioso. Utilizaba tan bien la dialéctica objetiva, que maneja los conceptos, como la dialéctica subjetiva, que maneja argumentos (…)
Nosotros, hombres de la segunda mitad del siglo XX, que discurrimos en los cuadros intelectuales definidos por la filosofía especializada (cuadros que por otra parte han estallado) y que nos servimos de las categorías elaboradas por las ciencias especializadas (categorías negadas y que no llegan a unirse), comprendemos mal cómo los primeros pensadores de Grecia concordaban el análisis, los conceptos, la ideología y la acción. Separados para nosotros, o arbitrariamente mezclados, estos aspectos del pensamiento no se disociaban para ellos.(…)
En la muy famosa controversia entre los eléatas y sus adversarios heraclitanos, ¿qué ponían en cuestión? El movimiento y sus modalidades, la movilidad perceptible por los sentidos, y el movimiento cósmico. (…) El eléata Zenón fue un dialéctico prestigioso. Utilizaba tan bien la dialéctica objetiva, que maneja los conceptos, como la dialéctica subjetiva, que maneja argumentos (…)
Nosotros, hombres de la segunda mitad del siglo XX, que discurrimos en los cuadros intelectuales definidos por la filosofía especializada (cuadros que por otra parte han estallado) y que nos servimos de las categorías elaboradas por las ciencias especializadas (categorías negadas y que no llegan a unirse), comprendemos mal cómo los primeros pensadores de Grecia concordaban el análisis, los conceptos, la ideología y la acción. Separados para nosotros, o arbitrariamente mezclados, estos aspectos del pensamiento no se disociaban para ellos.(…)
II. LENGUAJE Y SISTEMA
El estructuralismo y su éxito resultan de circunstancias exteriores al pensamiento científico, aunque se da para la ciencia (la epísteme). Este es un fenómeno sociológico digno de atención. El análisis de esas condiciones v del contexto refuerza una crítica que sin este apoyo permanecería abstracta y se arriesgaría a ser derrotada en ese plano, el de la abstracción donde lo más "puro" parece superior a lo impuro, y lo más formal a lo que envuelve un contenido. El estructuralismo es la ideología del equilibrio entre las fuerzas actuantes en el mundo moderno: sistemas económicos y políticos, clases, países industriales y países poco industrializados. Es la ideología del statu quo. Algunos dirían que es, en consecuencia, la ideología de la coexistencia pacífica, y de la "estructuración" del mundo bajo el signo de la paz. A lo que se puede responder que esta ideología es aprobada y considerada como aprobada por aquellos que experimentan el miedo de los cambios profundos y que quieren mantener el estado de cosas existente. ¡Sin duda porque les conviene! Se ocupan entonces de "estructurar" la sociedad moderna para conservar su orden.
Que exista una versión estructuralista del marxismo, es bastante sorprendente. Esta versión rigurosamente cierta (L. Althusser) se opone a una interpretación que permite a veces demasiados compromisos (R. Garaudy). En nuestro sentido, esos son dos productos de descomposición del dogmatismo. La versión estructuralista opera un análisis marxista del marxismo, lo que lo compromete en la vía del rigor, pero también lo expone al pleonasmo y a la tautología. Así estudia el análisis marxista de la sociedad actual y de los problemas concretos que ella plantea (problemas de su definición, —de las relaciones locales y mundiales entre la ciudad y el campo—, del Estado y de la planificación autoritaria, etc.). El teórico, (el hombre teórico) se establece en una fortaleza inexpugnable acaso, pero de la cual no saldrá más. Bajo el pretexto del rigor epistemológico, se constituye un Sistema, se busca instalarse en un Sistema e instaurar un Sistema. Para los mantenedores del Sistema, se es estructuralista, o no se lo es. ¡Se es... o no se es!, no hay otra posibilidad. Esos espíritus rigurosos no comprenden que alguien pueda utilizar la noción de estructura sin "ser" estructuralista. Ese panestructuralismo reproduce una situación teórica conocida desde los principios del pensamiento: la pretendida constatación y la valorización de lo inmóvil (el eleatismo) contra el movimiento (heracliteísmo).(…)Aun si se reconoce a Lévi-Strauss el mérito de haber propuesto por primera vez un modelo general, uniendo los resultados científicos obtenidos por los lingüistas y los matemáticos, no falta más que subrayar fuertemente la pobreza de este modelo tomado de la fonología. (…) El autor se justifica por reducir la sociedad o la cultura a la lengua. Su fin, su "revolución copernicana", es interpretar a la sociedad en función de una teoría de la comunicación.(…)Para Marx, las relaciones de producción constituyen el núcleo de la praxis, lo esencial de las actividades sociales cuyas conexiones y resultados se observan en esta praxis. Es de ellos de que se habla, desde que el discurso despeja las ilusiones de lo inmediato, de lo aparente, de lo "vivirlo". "¿Quién habla?" Si alguien plantea esta pregunta responderemos que Marx, sin plantearla explícitamente, ha establecido la identidad del lenguaje de la revolución y del lenguaje de la ciencia, la identidad del sabio y del revolucionario.
Es sobre este punto fundamental que debe dirigirse la crítica del marxismo, si se lo quiere criticar. Es sobre este punto fundamental que debe recaer una exposición del marxismo que se proponga responder a los interrogantes del pensamiento moderno, aceptados por hipótesis.(…)La tesis de Marx no nos parece refutada. Si no se habla jamás de relaciones de producción, de la praxis, de las clases sociales, de la vida cotidiana, no se sabe de qué se habla. Es el lenguaje el que habla: entre los miembros de la sociedad se establecen relaciones solamente de lenguaje y no importa quién diga no importa qué. Esta tesis de Marx debe completarse. Lo referencial, no es más lo "real" del sentido común. No es en principio la "naturaleza". Es más bien, con el conjunto de las obras, las de las actividades productoras incorporadas en campos sensibles: música, imágenes, pintura, paisajes, ciudades, etcétera; la vida cotidiana misma que se constituye y se instituye alrededor de nosotros. Es de ella de que se habla, en pro o en contra, con o sin. Esos son los invariantes de estructura (para esta segunda mitad del siglo XX, que comienza de una manera tan escabrosa) a los cuales se refiere conscientemente o inconscientemente el discurso.
El dogmatismo de la estructura tiende a un idealismo (en el sentido clásico) bastante estupefaciente. Por un viejo procedimiento, el del idealismo, pone el mundo al revés. Ve en la vida social la obra del lenguaje, en lugar de concebir el lenguaje como una obra de la sociedad. Piensa que los otros "campos" son los simples resultados del lenguaje, pone las palabras antes y por encima de las cosas, en lugar de mostrar cómo las palabras y las cosas y sus conexiones son obras.
Que exista una versión estructuralista del marxismo, es bastante sorprendente. Esta versión rigurosamente cierta (L. Althusser) se opone a una interpretación que permite a veces demasiados compromisos (R. Garaudy). En nuestro sentido, esos son dos productos de descomposición del dogmatismo. La versión estructuralista opera un análisis marxista del marxismo, lo que lo compromete en la vía del rigor, pero también lo expone al pleonasmo y a la tautología. Así estudia el análisis marxista de la sociedad actual y de los problemas concretos que ella plantea (problemas de su definición, —de las relaciones locales y mundiales entre la ciudad y el campo—, del Estado y de la planificación autoritaria, etc.). El teórico, (el hombre teórico) se establece en una fortaleza inexpugnable acaso, pero de la cual no saldrá más. Bajo el pretexto del rigor epistemológico, se constituye un Sistema, se busca instalarse en un Sistema e instaurar un Sistema. Para los mantenedores del Sistema, se es estructuralista, o no se lo es. ¡Se es... o no se es!, no hay otra posibilidad. Esos espíritus rigurosos no comprenden que alguien pueda utilizar la noción de estructura sin "ser" estructuralista. Ese panestructuralismo reproduce una situación teórica conocida desde los principios del pensamiento: la pretendida constatación y la valorización de lo inmóvil (el eleatismo) contra el movimiento (heracliteísmo).(…)Aun si se reconoce a Lévi-Strauss el mérito de haber propuesto por primera vez un modelo general, uniendo los resultados científicos obtenidos por los lingüistas y los matemáticos, no falta más que subrayar fuertemente la pobreza de este modelo tomado de la fonología. (…) El autor se justifica por reducir la sociedad o la cultura a la lengua. Su fin, su "revolución copernicana", es interpretar a la sociedad en función de una teoría de la comunicación.(…)Para Marx, las relaciones de producción constituyen el núcleo de la praxis, lo esencial de las actividades sociales cuyas conexiones y resultados se observan en esta praxis. Es de ellos de que se habla, desde que el discurso despeja las ilusiones de lo inmediato, de lo aparente, de lo "vivirlo". "¿Quién habla?" Si alguien plantea esta pregunta responderemos que Marx, sin plantearla explícitamente, ha establecido la identidad del lenguaje de la revolución y del lenguaje de la ciencia, la identidad del sabio y del revolucionario.
Es sobre este punto fundamental que debe dirigirse la crítica del marxismo, si se lo quiere criticar. Es sobre este punto fundamental que debe recaer una exposición del marxismo que se proponga responder a los interrogantes del pensamiento moderno, aceptados por hipótesis.(…)La tesis de Marx no nos parece refutada. Si no se habla jamás de relaciones de producción, de la praxis, de las clases sociales, de la vida cotidiana, no se sabe de qué se habla. Es el lenguaje el que habla: entre los miembros de la sociedad se establecen relaciones solamente de lenguaje y no importa quién diga no importa qué. Esta tesis de Marx debe completarse. Lo referencial, no es más lo "real" del sentido común. No es en principio la "naturaleza". Es más bien, con el conjunto de las obras, las de las actividades productoras incorporadas en campos sensibles: música, imágenes, pintura, paisajes, ciudades, etcétera; la vida cotidiana misma que se constituye y se instituye alrededor de nosotros. Es de ella de que se habla, en pro o en contra, con o sin. Esos son los invariantes de estructura (para esta segunda mitad del siglo XX, que comienza de una manera tan escabrosa) a los cuales se refiere conscientemente o inconscientemente el discurso.
El dogmatismo de la estructura tiende a un idealismo (en el sentido clásico) bastante estupefaciente. Por un viejo procedimiento, el del idealismo, pone el mundo al revés. Ve en la vida social la obra del lenguaje, en lugar de concebir el lenguaje como una obra de la sociedad. Piensa que los otros "campos" son los simples resultados del lenguaje, pone las palabras antes y por encima de las cosas, en lugar de mostrar cómo las palabras y las cosas y sus conexiones son obras.
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