miércoles, 22 de septiembre de 2010

20 Aniversario de Alberto Moravia: 1ra. Entrega


20 ANIVERSARIO DE
ALBERTO MORAVIA
-Primera Entrega-
(Roma, 28 de noviembre de 1907-
Roma, 26 de setiembre de 1990)
Alberto Moravia
EL HOMBRE COMO FIN
Y OTROS ENSAYOS

(L´uomo come fine e altri saggi, 1964)
Prefacio
FETICHISMO - HUMANISMO -
EL ANTIHUMANISMO
Todos los ensayos reunidos en este volumen son literarios. Esta afirmación sorprenderá, pues el ensayo que da título al libro no es un ensayo literario. Pero, dejando de lado el hecho de que yo soy un hombre de letras y que cualquier cosa que escriba no puede dejar de referirse a la literatura, creo que "El hombre como fin" tiene que ver, directa e inmediatamente, con la literatura. En efecto, "El hombre como fin" es una defensa del humanismo en un momento en que cunde el antihumanismo. Ahora bien, la literatura, por su propia naturaleza, es humanista. Toda defensa del humanismo, es pues, una defensa de la literatura. Las razones por las que el mundo moderno es antihumanista no son misteriosas. En la raíz del antihumanismo del mundo moderno hay ciertamente un deseo o, mejor dicho, una nostalgia de muerte, de destrucción, de disolución, que podrían ser la última regurgitación de la gran orgía suicida de las dos guerras mundiales; pero también hay la razón más normal, más consabida, propia de algunos defectos: el desgaste, el cansancio, la decadencia del humanismo tradicional; su hipocresía ante los acontecimientos trágicos de la primera mitad del siglo. Por todos estos motivos, deseo subrayar que "El hombre como fin" no entiende ser una defensa de ese humanismo tradicional ya difunto, sino un ataque contra el antihumanismo que hoy se conoce con el nombre de neocapitalismo; y también una cautelosa aproximación a la hipótesis de un nuevo humanismo. Ahora, sería interesante ver por qué el antihumanismo, con aparente contradicción, coincide hoy con el neocapitalismo. Es decir, con una concepción de la vida aparentemente vinculada con valores humanísticos. (...) ¿Por qué esto? ¿Es forzoso que las masas hayan de ser abandonadas al antihumanismo? Yo digo que no. Mañana podría haber, sin más, artes humanistas para masas humanistas. Las masas antihumanistas, en el mundo moderno, son solamente las masas del neocapitalismo. Y ello porque el neocapitalismo es fetichista; y todo fetichismo no puede menos que ser antihumanista. ¿En qué consiste el fetichismo del neocapitalismo? El neocapitalismo, en su lucha contra el comunismo, ha realizado en cierto modo la misma operación que en su tiempo realizó la Contrarreforma en su lucha contra la Reforma: al extender la revolución industrial y ensanchar los consumos a colectividades cada vez más vastas, tomó prestados los medios del adversario; pero ha mantenido en pie e intacto –¿y cómo podía ser de otra manera?– el fin, que era y sigue siendo el provecho, la ganancia: vale decir, un fetiche. No hemos de hacernos ilusiones, pues. Tendremos siempre mayor número de productos de consumo bien hechos y baratos, nuestra vida será cada vez más cómoda, nuestras artes serán cada vez más accesibles a la masa, aun las más exigentes y difíciles, acaso éstas sobre todo; pero estaremos cada vez más desesperados. Y advertiremos cada vez más que en el corazón de la prosperidad está la nada, es decir un fetichismo que, como todos los fetichismos, tiene su fin en sí mismo y no puede ponerse al servicio del hombre.
ALBERTO MORAVIA
Octubre de 1963


El Hombre Como Fin
(Escrito en 1946)
[Contenido]
1.- Maquiavelismo como sadismo
2.- El mundo moderno es un mundo maquiavélico
3.- Hay dos maneras de trazar un camino
4.- El único medio verdaderamente racional es la violencia
5.- Únicamente los locos usan de la razón
6.- A veces la razón es razonable
7.- Todos somos cristianos, Hitler también era cristiano
8.- En una pesadilla todo es pesadilla, aun el sol y las estrellas
9.- El hombre de las cavernas intuía que era hombre
10.- En un principio había un estado de ánimo
11.- Tanto vale el ladrillo como la calavera con tal de que se levante el muro
12.- Quemad al hombre, siempre dejará un residuo
13.- El hombre es hombre porque sufre
14.- Pero también el hombre no es hombre porque se aviene a sufrir
15.- El hombre no debería sufrir por ser medio, sino por no ser fin
16.- Desesperar significa obrar
17.- El mundo moderno no se convertirá en una Tebaida
18.- La primera condición es un mundo a la medida del hombre

(…) En otros términos, ni en el seno de la masa, ni en compañía de sus colegas de trabajo, ni en familia, ni estando solo, el hombre puede olvidar por un instante siquiera que vive en un mundo donde él es un medio y donde el fin no le atañe. Y no se piense que, por lo menos en la mayor parte de los casos, el mundo moderno sea tan poco perspicaz y tan despiadado como para no tratar de hacer que el hombre olvide semejante realidad. Por el contrario, el mundo moderno se esfuerza por convencer al hombre de que es él, y siempre, el fin supremo, y que no se lo emplea en absoluto como medio. O sea, según las mismas palabras de los gobernantes, en el mundo moderno nada se descuida en el sentido de proteger y fortalecer la dignidad humana y elevar al hombre. Innumerables leyes protegen de innumerables maneras la propiedad, la vida, los derechos del hombre; mientras trabaja, se le asegura incesantemente que trabaja para el bienestar, la libertad y la felicidad de todos y, por lo tanto, también de sí; honores, compensaciones y alientos en forma de galones, medallas, aumentos de sueldo, ascensos, elogios públicos y publicidad de todo género, le confirman continuamente la idea de la utilidad y dignidad de su trabajo y la importancia social de su persona. Por lo mismo, cuando deja el trabajo, la cultura sale a su encuentro con libros, cine, teatro, radio, periódicos, y le ocupa las horas de reposo y le da la sensación de que es algo más, mucho más que una simple pieza de un mecanismo anónimo. En fin la religión le abre las puertas de sus templos y le asegura que no sólo es un trabajador y un cerebro, sino también un alma. Todo esto en teoría, según las palabras de los gobernantes, como hemos dicho. Pero basta que sobrevenga una crisis decisiva, y el hombre interrumpa el ritmo incesante de sus distracciones y se dé el trabajo de reflexionar seriamente, para que con toda facilidad se percate de que el trabajo es servidumbre, de que los honores, las compensaciones y los alientos son engaños, ilusiones y somníferos, de que la cultura es halago para seducirle, rumor para no dejarle pensar, propaganda para convencerle, y la religión un clavo más para mantenerlo bien sujeto a su cruz. Hemos dicho que el hombre descubre que es un medio, y no un fin, sobre todo en ocasión de crisis decisivas. Y, en efecto, precisamente durante estas crisis, guerras, revoluciones, catástrofes económicas, es cuando el hombre ve con claridad que ya no es un medio entre los tantos, y que el trabajo, los honores, la cultura y la religión del mundo moderno revelan el despiadado desprecio del hombre con que están entretejidas. En otros términos, el hombre se siente de pronto desposeído de su corona real y tirado al basural, basura entre basuras; y todo aquello que hubiera debido confirmarle en su esencia de hombre, se le muestra privado del carácter sagrado que le prestaba, nada más que engaños y adornos.(…) El fetiche de la felicidad material es, entre todos los fetiches, el más deshumano, a la vez que el que de manera más despiadada constriñe a utilizar al hombre como medio.(…) Mientras el campo de concentración es la imagen más apropiada para representar el mecanismo inmóvil, aunque aparentemente frenético, del mundo moderno: vida igual a dolor y dolor igual a vida; el ejército moderno es la imagen más apropiada para dar la sensación de este mismo mundo en movimiento. El soldado es acción, y nada más que acción. Esta acción es continuada, ininterrumpida, ni siquiera tiene esos momentos de tregua de que puede disponer el obrero entre un automóvil y otro. El soldado es un autómata, o sea un medio al que se impone ser medio en el ritmo de una acción mecánicamente concatenada. Su fin es el fin deshumano por excelencia, es la muerte, la suya o la del enemigo, ello no importa. Así se revela la propiedad de la acción en el mundo moderno: nace de la desesperación, se desarrolla concatenando mecánicamente, en el solo y único plano de la violencia, un acto con otro y halla su concusión en la destrucción y la muerte.(…) Estos millones de hombres tan admirados ante el mecanismo de un automóvil o de una aspiradora, permanecen totalmente indiferentes ante las proposiciones morales más sublimes. Advierten el latido irregular de un motor que funciona con un cilindro menos; pero no advierten la injusticia, ni la corrupción, ni la crueldad que llenan el mundo moderno. Estos millones de hombres, si bien sufren por no ser más que medios, prefieren hallar una razón de vida en este sufrimiento, antes que replegarse sobre sí y encontrar una nueva idea del hombre, o sea un fin.
* * * * *
Alberto Moravia
Vida y Obra
EL ENSAYISTA
Moravia también destacó como ensayista. Basta enumerar La Speranza (La esperanza, 1944), Un mese in URSS (Un mes en la URSS, 1958), Un’idea dell’India (Una idea de la India, 1962), L´uomo come fine e altri saggi (El hombre como fin y otros ensayos, 1963), La rivoluzione culturale in Cina (La revolución cultural en China, 1968), A quale tribù appartieni? (¿A qué tribu perteneces?, 1972) e Impegno controvoglia (1980).
(...) comienza por analizar el concepto de alienación en Marx para llegar al fenómeno de hoy en la industria cultural, o lo que es lo mismo, de corrupción de la cultura, en cuanto ésta se convierte en un producto y, más allá, en uno de la vulgaridad e irrealidad que afligen al mundo moderno. Corrupción de la cultura, en cuanto ésta se convierte en una mercancía sujeta a las condiciones y exigencias del mercado. Irrealidad, en cuanto a la incapacidad de los hombres alienados de establecer una relación auténtica con las cosas, con el trabajo, con la sociedad y en cuanto son verdaderamente objetos y no sujetos. El planteamiento fundamental de Moravia es: las masas olvidan pero el escritor recuerda. Y lo hace por todos aquéllos que quieren olvidar.
Moravia habla de alienación como de algo extendido sobre la faz de la tierra. "Nos damos cuenta a través de los frutos del árbol, o sea, a través de la brutalidad, estupidez, vulgaridad, deshumanización y, en fin, irrealidad de las cosas y de los hombres en torno a nosotros". Después de advertir que el marxismo es un instrumento precioso de conocimiento, advierte que "se debe escribir de lo que es y no de lo que no es". La alienación domina al mundo y el escritor debe hablar de ella hasta que exista, es decir, hasta el momento de la liberación. Moravia analiza dos vías posibles para los escritores "objetivar" la alienación: el realismo y la experimentación. En este ensayo manifiesta su aceptación del realismo como vía, pero le exige un "carácter científico", porque entiende que sólo la ciencia es verdaderamente objetiva; es decir, una concepción parecida a lo que Lukács llamaba "realismo crítico". De esta manera, Moravia proclama la validez del realismo si escruta las causas de la alienación. Por otra parte, considera el experimentalismo como búsqueda de nuevas formas de lenguaje para llegar a una relación fresca y auténtica con la realidad, cosa que las viejas técnicas literarias no pueden asegurar. En este sentido, piensa que Proust fue, de algún modo, uno de los primeros escritores experimentalistas de este siglo.
En todo caso, realismo y experimentalismo, surgen de la misma necesidad: el carácter oscuro, misterioso, indescifrable de la realidad y la carencia de relación con esta realidad. Moravia expresamente advierte contra los que protestan contra el experimentalismo y entre otras cosas recuerda que éste siempre ha existido: en todos los tiempos buscan nuevas técnicas de lenguaje en sustitución de las viejas fórmulas agotadas. La experimentación, agrega, es características de las épocas espiritualmente aguerridas y ambiciosas. Así, las dos tendencias por él señaladas, realismo y experimentalismo, aparentemente opuestas, resultan hermanadas por esta común exigencia.
Moravia, finalmente, hace algunas observaciones, señalando en su obra el monólogo como reflejo del aislamiento del individuo en la sociedad de masas, el flash-back como un deseo de evasión de la realidad insoportable y la confusión de los planos, como reflejo de una desintegración del hombre histórico.
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