Centenario de José María Arguedas
CENTENARIO
DE JOSÉ MARÍA
ARGUEDAS
DE JOSÉ MARÍA
ARGUEDAS
(Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969)
Dos Textos Autobiográficos
Dos Textos Autobiográficos
(...) El primer texto data de 1937: es la respuesta dada a un cuestionario que le formulara el suscrito, movido a la sazón por el propósito de acopiar informaciones directas sobre la vida y las obras de los escritores coetáneos, como información preparatoria del amplio trabajo que aspiraba a consagrarles. La guardé hasta hoy con especial afecto. Y creo que el lector estudioso sabrá apreciarla.
El segundo texto data de los comienzos del año 1968. Proviene de una cinta magnetofónica, que en un momento de inquietud y soledad grabó el autor de Los Ríos Profundos, y que, a la manera de una misiva confidencial, envió a Alejandro Ortiz Rescaniere.
Treinta años de diferencia entre uno y otro textos; y entre ellos, las circunstancias de una vida intensa, fecunda, atormentada. Véaselos con el afecto y la unción que merece el recuerdo de José María Arguedas. Alberto Tauro.(Continúa en archivo adjunto)
El segundo texto data de los comienzos del año 1968. Proviene de una cinta magnetofónica, que en un momento de inquietud y soledad grabó el autor de Los Ríos Profundos, y que, a la manera de una misiva confidencial, envió a Alejandro Ortiz Rescaniere.
Treinta años de diferencia entre uno y otro textos; y entre ellos, las circunstancias de una vida intensa, fecunda, atormentada. Véaselos con el afecto y la unción que merece el recuerdo de José María Arguedas. Alberto Tauro.(Continúa en archivo adjunto)
La guerra silenciosa de
Todas las sangres
Todas las sangres
Por ALBERTO ESCOBAR
Las últimas novelas de Arguedas han confirmado la calidad excepcional de su talento y le han conferido un lugar de privilegio entre los escritores de ese género en Hispanoamérica. Todas las sangres (Losada, 1964) indica además un fenómeno especialmente significativo: el afinamiento del aparejo técnico que demanda el canon novelesco, y la ampliación, enriquecida, del mundo imaginario que descubre el escritor.
Para el lector de Agua, Yawar Fiesta y Los ríos profundos, el libro último de Arguedas reserva algunas sorpresas que, más que por su novedad, valen por el cambio que introducen en el método constructivo y en la dimensión ideal de la realidad. En cuanto a lo primero, se ha desbordado el dualismo simple de la estructura y el ordenamiento lineal del desarrollo; respecto de lo segundo, se ha fracturado la noción del espacio humano, en favor de una presentación plurivalente que, desplazada sobre un eje de simultaneidades, se revela en un cúmulo de personajes que circulan, en disloque constante, por los ámbitos que no sean el propio, y que, en su repetido roce o intersección, imponen la ley interna de una sociedad múltiple.
ARGUEDAS Y LA
EPOPEYA AMERICANA
Por Ariel Dorfman
(...) Para entender la originalidad genial de Arguedas, hay que hacer ante todo una rápida revisión comparativa de la visión narrativa con la cual entronca y que él ha superado definitivamente: la novela indigenista anterior, que es una de las formas que toma la novela de la explotación social en América, cuyo interés principal es mostrar la opresión. En esas vidas despedazadas por vejámenes, en esos indios aplastados, ingenuos, engañados, inconscientes del mundo en que viven, se enfatiza la pasividad, la acumulación de sufrimientos, la falta absoluta de control sobre los acontecimientos. La personalidad de cada cual se establece desde los gol¬pes y las heridas. Esta visión no sólo se debe a las condiciones históricas que prevalecían en esa época y que desafortunadamente aún persisten en parte en la nues¬tra, sino también a la influencia del determinismo naturalista en la literatura, el hombre como un ser agarrotado por la fatalidad exterior (su medio ambiente, sus circunstancias históricas) e interior (su raza, sus genes).Por Ariel Dorfman
El mundo revelado en estas novelas sociales es estático, casi eterno, sin movimiento o cambio. Cuando por fin, en la última página, los indios se rebelan (si es que lo hacen), se debe a un impulso ciego, instintivo, inútil, un último intento desesperado por no ser despojado del último reducto de tierra que les va quedando. Es una reacción automática, casi pavloviana, para poder sobrevivir, llevada a cabo por seres que resisten no porque tengan un plan para su liberación, una estrategia para la batalla, sino debido a que ya no tienen dónde escapar: tendrían que huir fuera de las páginas del libro, escurrirse más allá de sus tapas. Se han cerrado todos los caminos, las alternativas han sido examinadas todas, y ahora, contra su voluntad, con rabia y resignación, puesto que intuyen que morirán infructuosamente, deciden luchar. Reiteradamente se muestra a los indígenas listos para retroceder, felices en sus exiguas posesiones, con tal de que los dejaran en paz. Si no fuera por la acción continua de los gamonales y de los intereses extranjeros, no habría conflicto. El estallido está provocado por la repetición intensificada de los abusos. La aniquilación del pobre es consecuencia natural de su falta de preparación militar e ideológica, su letargo. La tensión dramática de estas novelas es naturalmente mínima.
La novela de Arguedas, en cambio, sin dejar de denunciar la opresión e indignarse por ella, muestra desde el principio la rebelión, y no como resultado casi mecánico de abusos inaceptables, sino como una ofensiva decidida de parte de un sector de los indígenas por instaurar un nuevo orden social y humano, cuyas raíces futuras se hunden en el ser mitológico. No se trata de reacción biológica, el hombre no es un reflejo condicionado o un perro que muerde de tanto que lo han pateado, sino de acción originaria, política y militarmente originaria. La novela de Arguedas no muestra el camino que recorre el indígena para llegar a la conclusión de que debe resistir: es la resistencia misma, desde la primera página. Donde termina la obra de Ciro Alegría, Lara, Icaza, ahí es donde comienza la rebelión de José María. Rebelión inevitable, indispensable, esencial, necesaria. No hay ceguera ni accidentalidad en esta lucha. Rendón Willka, símbolo del pueblo, figura prometeica, sabe perfectamente qué hacer. Ni es ingenuo ni le engañarán. Ha medido todo: puede leer no sólo libros, sino almas humanas y sus intenciones. Su lucha es para largo, y dentro de su plan figura su propia muerte. El universo le pertenece, con calma y aplomo. Con dones proféticos, conocimientos casi sobrenaturales, aparece como un ser semi-divino, una leyenda haciéndose ante nuestros ojos. Descarga los golpes cuando a él le conviene, no cuando es provocado por los terratenientes o por el Consorcio Extranjero. Derrota uno por uno a sus adversarios.(Continúa en archivo adjunto)
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS:
La Creación como Compromiso
y la Voluntad de Realismo
La Creación como Compromiso
y la Voluntad de Realismo
Por ALEJANDRO LOSADA
José María Arguedas consideraba a Todas las sangres (1964), su mejor obra. Tuvo la intención de revelar al Perú total: "Conozco el Perú a través de la vida e intenté escribir una novela en que mostrara todas estas jerarquías, con todo lo que tienen de promesa y todo lo que tienen de lastre". Es más, quería reflejar a su pueblo, combatiendo, enrolado en dos tendencias opuestas. Tenía una concepción dinámica de la nación y pretendía entregarle al Perú su propia lucha en una imagen artística.
Sin embargo, Arguedas, al presentar esas "jerarquías sociales", relacionadas en una estructura productiva y social bajo el signo de la dominación y la transformación, tuvo un límite. Sólo pudo mostrar el lastre y la promesa de la tradicional burguesía decadente y de la pequeña burguesía. La única lucha que escogió fue una escaramuza marginal: el repliegue y descomposición de la vieja dominación. Cuando quiso retratar al pueblo; lo miró desde arriba, desde el punto de vista de los que, teniéndole simpatía o ternura, desplegaban indirectamente su poder. No pudo reflexionar sobre cómo nacía un pueblo nuevo, unido a la tierra, ni describir cómo desarrollaba su conciencia y su potencia. Su perspectiva, o mejor, su esperanza histórica, le permitieron cierto realismo crítico. El rechazo de la perspectiva revolucionaria, la insistencia en el pacifismo y el desarrollismo le impidieron hacer literatura nacional. Realista con el sector dominante de la pequeña burguesía, es romántico y utópico para con la masa popular.
Del panorama de datos que tenía Arguedas entre manos cuando creó su novela, cuáles escogió y cuáles desechó, transformó o desfiguró y por qué, nos aclarará esta relación entre su perspectiva y su praxis social. (Continúa en archivo adjunto)
Ver archivos:
Sin embargo, Arguedas, al presentar esas "jerarquías sociales", relacionadas en una estructura productiva y social bajo el signo de la dominación y la transformación, tuvo un límite. Sólo pudo mostrar el lastre y la promesa de la tradicional burguesía decadente y de la pequeña burguesía. La única lucha que escogió fue una escaramuza marginal: el repliegue y descomposición de la vieja dominación. Cuando quiso retratar al pueblo; lo miró desde arriba, desde el punto de vista de los que, teniéndole simpatía o ternura, desplegaban indirectamente su poder. No pudo reflexionar sobre cómo nacía un pueblo nuevo, unido a la tierra, ni describir cómo desarrollaba su conciencia y su potencia. Su perspectiva, o mejor, su esperanza histórica, le permitieron cierto realismo crítico. El rechazo de la perspectiva revolucionaria, la insistencia en el pacifismo y el desarrollismo le impidieron hacer literatura nacional. Realista con el sector dominante de la pequeña burguesía, es romántico y utópico para con la masa popular.
Del panorama de datos que tenía Arguedas entre manos cuando creó su novela, cuáles escogió y cuáles desechó, transformó o desfiguró y por qué, nos aclarará esta relación entre su perspectiva y su praxis social. (Continúa en archivo adjunto)
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