Susan Sontag (Novena Entrega)
SUSAN SONTAG
—Novena Entrega—
Susan Sontag
El Cartel: publicidad, arte, instrumento político, mercancía
[Estudio crítico de «El arte en la revolución: Cuba y Castro, 1959-1970»]
Por Susan Sontag
Susan
Sontag. Riverside Drive, NY. Foto
por Jill Krementz, 18/11/1974.
El Cartel: publicidad, arte, instrumento político, mercancía
[Estudio crítico de «El arte en la revolución: Cuba y Castro, 1959-1970»]
Los carteles no son simplemente
avisos públicos. (…) Un aviso público aspira a informar y a dirigir. Un cartel
aspira a seducir, a exhortar, a vender, a educar, a convencer, a
suplicar. Mientras que un aviso público proporciona información para
ciudadanos interesados o alertas, un cartel trata de detener a los que,
de otra manera, lo ignorarían. Un aviso público pegado a un muro es pasivo, y
requiere que el espectador se detenga ante él para leer lo que lleva
escrito. Un cartel reclama atención—a distancia. Es visualmente agresivo.
(…) el cartel (como la
fotografía y la cinematografía) no tiene historia en el mundo pre-moderno; sólo
podría existir en la era de la reproducción mecánica. A diferencia de la
pintura, un cartel nunca ha tenido como propósito el de existir como objeto
único. Por lo tanto, la reproducción de un cartel no produce un objeto de
segunda generación, estéticamente inferior al original o con una disminución de
su valor social, monetario o simbólico. Desde su concepción, el cartel está
destinado a ser reproducido, a tener una múltiple existencia.
(…) La exageración es uno de
los encantos del arte cartelístico, cuando su propósito es comercial. Pero el
aspecto teatral de la estética cartelística encontró su expresión comedida o
juguetona, cuando los carteles se volvieron políticos. (…) El arte gráfico
político serio nació inmediatamente después de 1918, cuando los nuevos
movimientos revolucionarios que convulsionaban a Europa estimulaban una gran
efusividad de exhortación cartelística especialmente en Alemania, Rusia y
Hungría. La Primera Guerra Mundial trajo como consecuencia que el cartel
político empezara a constituir una rama valiosa del arte cartelístico. No es
asombroso ver que mucho del mejor trabajo en el campo del cartel revolucionario
lo hayan hecho los cartelistas en forma colectiva.
(…) La llegada del cartel
político podrá parecer una ruptura violenta con la función original de los carteles
(alentar el consumo). Pero las condiciones históricas que dieron lugar a los carteles,
primero como publicidad comercial y luego como propaganda política, están
entrelazadas. Si el cartel comercial es producto de la economía capitalista,
con su necesidad de acuciar a más gente a gastar más dinero en bienes
no-esenciales y espectáculos, el cartel político refleja otro fenómeno que
pertenece, característicamente, a los siglos XIX y XX. Primero fue articulado
en la matriz del capitalismo: el moderno estado-nación, cuyas pretensiones al
monopolio ideológico tienen como expresión mínima e indisputable la meta de la educación
universal y el poder de la movilización en masa para la guerra.
(…) Pero por disímiles que sean
su contexto y su destino, todos los carteles políticos comparten un propósito
común: la movilización ideológica. Sólo varía la proporción de este propósito. La movilización hacia una
meta es realísticamente factible cuando los carteles son el vehículo de una
doctrina política vigente. Los carteles insurgentes o revolucionarios se
dirigen, con más modestia, a una pequeña movilización de la opinión en contra
de la política oficial prevaleciente.
(…) La mayoría de los carteles políticos, como los
comerciales, dependen de la imagen más que de la palabra. El propósito de un cartel
publicitario eficaz es el estímulo y la simplificación de los gustos y
apetitos; el propósito de un cartel político eficaz raramente es otra cosa que
el estímulo (y la simplificación) de los sentimientos morales. Y la forma
clásica de estimular y simplificar es a través de la metáfora visual. Una cosa
o una idea está conectada a la imagen emblemática de una persona.
II
En la sociedad capitalista, los carteles son una parte omnipresente
de la decoración del paisaje urbano. (...)Pero lo que hace que se multipliquen
los carteles en las áreas urbanas del mundo capitalista es su utilidad comercial
para vender determinados productos y, ante todo, para perpetuar un clima social
donde lo normativo es comprar. Ya que la salud económica depende de que se
invadan fuertemente cualesquiera límites de los hábitos consumidores de la
gente, no puede haber límite en el esfuerzo de saturar el espacio público con
anuncios.
Una sociedad
comunista revolucionaria, que rechaza la sociedad de consumo, por fuerza tiene
que volver a definir y, de este modo, limitar el arte del cartel. En tal contexto
sólo tiene sentido un uso selectivo y controlado de los carteles. Este uso
selectivo de carteles en ninguna parte resulta más auténtico que en Cuba, que
ha repudiado, por aspiración revolucionaria (impulsada, aunque no todo se
reduzca a ello, por las penurias económicas impuestas por el bloqueo
americano), los valores mercantiles en una forma más radical que cualquier país
comunista fuera de Asia. (TODO EL TEXTO EN ARCHIVO
ADJUNTO)
El Hijo Pródigo
–Ensayo sobre el Ensayo–Por Susan Sontag
(…) El
ensayo no es un artículo, ni una meditación, ni una reseña bibliográfica, ni
unas memorias, ni una disquisición, ni una diatriba, ni un chiste malo pero
largo, ni un monólogo, ni un relato de viajes, ni una seguidilla de aforismos,
ni una elegía, ni un reportaje, ni...
No, un
ensayo puede ser cualquiera o varios de los anteriores.
(…) La más exacta de las definiciones del ensayo, así como la menos
satisfactoria, es la siguiente: un texto en prosa corto, o no tan largo, que no
cuenta una historia.
Y sin
embargo se trata de una forma muy antigua
–más antigua que el cuento, y más antigua, cabría sostenerlo, que cualquier narración de largo aliento que
pueda llamarse en propiedad una novela. La escritura ensayística surgió en la
cultura literaria de Roma como una combinación de las energías del orador y del
escritor de cartas. No sólo Plutarco y Séneca, los primeros grandes ensayistas,
escribieron lo que llegó a ser conocido como ensayos morales (…)Por supuesto
que calificar de ensayista a un filósofo es, desde el punto de vista de la
filosofía, una degradación. La cultura regentada por las universidades siempre
ha mirado el ensayo con sospecha, como un tipo de escritura demasiado
subjetiva, demasiado accesible, a duras penas un ejercicio en las bellas letras.
El ensayo, en tanto contrabandista en los solemnes mundos de la filosofía y de
la polémica, introduce la digresión, la exageración, la travesura.
(…) No es sólo que un ensayo pueda tratar de cualquier cosa. Es que
lo ha hecho con frecuencia. La buena salud del ensayo se debe a que los
escritores siguen dispuestos a entrarle a temas excéntricos. En contraste con
la poesía y la ficción, la naturaleza del ensayo reside en su diversidad –diversidad de nivel, de tema, de tono, de dicción. Todavía se escriben ensayos sobre
la vejez o el enamoramiento o la naturaleza de la poesía. Pero también los hay
sobre la cremallera de Rita Hayworth o
sobre las orejas de Mickey Mouse.
(…) En vez de analizar los ensayos contemporáneos según sus temas –el ensayo de viajes, el de crítica literaria
y otra crítica, el ensayo político, la crítica de la cultura, etcétera–, uno
podría distinguirlos por sus tipos de
energía y de lamento. El ensayo como jeremiada. El ensayo como ejercicio de
nostalgia. El ensayo como exhibición de temperamento. Etcétera.
Del
ensayo se obtiene todo lo que se obtiene de la inquieta voz humana. Enseñanza.
Elocuencia feliz des-plegada porque sí. Corrección moral. Diversión.
Profundización de los sentimientos. Modelos de inteligencia.
La
inteligencia es una virtud literaria, no sólo una energía o una aptitud que se
pone atavíos literarios.
Es difícil imaginar un
ensayo importante que no sea, primero que todo,
un despliegue de inteligencia. Y una inteligencia del más alto orden
puede ante sí y de por sí constituir un gran ensayo. (TODO EL TEXTO EN ARCHIVO
ADJUNTO)
SUSAN SONTAG
BURROUGHS Y EL FUTURO DE LA NOVELA
(…) Me
gustaría explorar como criterio para la novela la preocupación por la forma
solamente. Es obvio que por forma no quiero decir esa crasa opinión según la
cual, digamos, se distingue la novela corriente contada en tercera persona de
narraciones en primera persona como las novelas hechas con cartas o la novela
a guisa de diario. Por forma quiero decir estructura, la obra literaria
análoga, aunque no del todo igual, a los cálculos que tradicionalmente entran
en la composición musical o en la composición de un cuadro. De seguro que
parece difícil imaginar formas para la novela que sean totalmente
cuantificables, abstractas —como ocurre en la música y en la pintura. El uso
primario del lenguaje conecta con algo que se entiende que está más allá del
lenguaje (la llamada «realidad»), y parece improbable que cualquier empleo del
lenguaje en arte quiera desestimar totalmente esa conexión. Sin embargo, que
las obras de literatura se refieran a la «realidad» en un sentido más crudo no
es obstáculo para una aproximación formalista de la novela. Que las obras
literarias tengan un «asunto» o cuenten «cuentos» puede tomarse como una de las
convenciones formales más interesantes y decisivas del arte literario.
El
descubrimiento de la forma, como tal, en la novela (que equivale al
descubrimiento de la novela como un objeto estético) es definidamente moderno.
Es, realmente, el jalón del modernismo en literatura en prosa. Joyce, en Ulises,
fue quizá el primer escritor que vislumbró claramente un riguroso y extenso
diseño formal en la novela. Proust debe ser citado por su noción de las estructuras
«musicales» del recuerdo (la tarea de narrar igualada a la tarea de recordar).
(…) No
hay quizá un libro reciente que ejemplarice de manera central, como hizo el Ulises
de Joyce, las nuevas posibilidades de alargar y complicar las formas de la
prosa. Pero los escritos de Burroughs tienen prioridad.
(…)Todos
los libros de Burroughs son fragmentos, en más de un sentido. Burroughs escribe
una serie de entregas de una obra gigantesca, interminable. (Hasta ahora la
primera entrega, Naked Lunch, resulta la más poderosa y compleja.) Y
cada uno de los libros está hecho de fragmentos, cuya longitud, desarrollo y
orden no siguen una secuencia
discernible.
(…) El principal
interés de la obra de Burroughs está en la nueva, inmensamente poderosa voz que
posee. Hablando estrictamente, no es una sola voz, como en logros literarios
anteriores, sino un flujo de voces fragmentadas, entrecortadas que derivan de
los magazines baratos, la cháchara de los locutores, cintillos de los
periódicos, las obscenidades callejeras, los reclamos sexuales, la ofuscación
científica, jerga burocrática, los comics y los diálogos de películas de
Hollywood. (TODO EL TEXTO EN ARCHIVO
ADJUNTO)
Etiquetas: Sontag, susan sontag
<< Inicio